Es increíble, el día que decido
escribir mi primer texto para la nueva era, ésta, por la noche
callada, también hay maní japonés sobre la mesa del comedor. ¿Por
qué abrí un blog de nuevo? Porque a veces uno tiene la necesidad de
volver al origen para encontrar alguna que otra respuesta. Ayer se
murió un amigo que conocí a través de mi blog escrito en la
ventanilla. Un amigo que trascendió los textos, las huellas en el
vidrio y las pantallas. Un amigo argentino que se instaló
tranquilamente, en ese músculo animado que solemos llamar corazón.
Y escribo en este momento pensando en él, como si acaso me estuviese
leyendo desde algún lugar en el que necesito creer para entender que
la tristeza que ahora siento funciona con la dinámica de una casa de
empeños.
Dos días después muere el actor
Philip Seymour Hoffman. Como si este febrero se hubiese encaprichado
en arrancar un par de simbolismos de la tierra.
Y ahí volví a escrito en la
ventanilla, que ahora es un libro, pero antes fue un blog en donde
conocí a mi amigo. Y tengo la necesidad de juntar, como en un
funeral dublinés, a tantos otros lectores que lo conocieron y que
formaron parte de aquella cofradía anónima, en la que todos
necesitábamos decir, porque aún sentíamos que había alguien del
otro lado. Pienso en un tipo que se hacía llamar Rinoceronte
Roberto. Me encantaría encontrarlo. Él era muy lector de mi amigo y
a mí me encantaban sus posteos. Así que voy, y hago un agujero en
el ataúd de un blog que parece, se cerró hace mucho. Dejo un
comentario, casi un plegaria que anuncia la desaparición de mi
amigo. Creí que Rinoceronte Roberto debía saberlo.
Ahora, solo espero algunos abrazos,
espero no llorar mañana cuando vuelva a trabajar con esta tristeza
en la cartera. Este es un rincón, de transmitir, pero sin el vacío
de las formas.
Hoy hay maní japonés sobre la mesa
del comedor, que es otra mesa. Y ahí voy yo, por la noche callada.